En Cazalla de la Sierra, el 18 de junio de 2016, con la presencia institucional del Alcalde D. Sotero Martín para dar la bienvenida al Jurado que habrá de fallar el Premio de poesía Carmen Merchán 2015, se constituye dicho Jurado, compuesto por los poetas Jesús del Real Amado, Leopoldo Espínola y Antonio Parrón; y por Enrique González Pol y Eduardo Merino Merchán, en representación de la Asociación Carmen Merchán Cornello, convocante del premio Tras dos procesos selectivos previos, el Jurado decidió otorgar, por Unanimidad, al poema Diferente es el canto de los pájaros, presentado bajo el lema Nunca es ayer. Abierta la plica correspondiente, el poema ganador resulta ser de Cristina Cocca Arnedo, nacida en Buenos Aires, española, residente en Madrid.
El Jurado comunica que los poemas que han optado en su fase decisiva al premio, además del premiado, han sido los que han concurrido bajo los lemas siguientes: El viento de tu ayer; Es algo que no hay e Inur. El acto de entrega de los premios tendrá lugar el día 16 de Agosto de 2016, en Cazalla de la Sierra, con presencia del poeta ganador que leerá su poema.
DIFERENTE ES EL CANTO DE LOS PÁJAROS – Cristina Cocca
No son estas las calles que evocamos,
remoto es el ladrido de los perros,
ajena la intemperie que tiembla en las estatuas.
Es distinta la sombra a medianoche
y febril ese viento que irrumpe en los portales.
También son otras voces las que anuncian
las lentas despedidas al pie de los andenes,
los besos desterrados al filo de los coches.
No son estos los días del otoño
que entonces nos llenaban de tibieza.
Ahora solamente este rumor
de escarcha entre los huesos.
Este pozo de frío por dentro de la sangre.
Queremos regresar y es imposible.
Solo cabe en la mano
un poco de ceniza,
el hueco tan oscuro después de la tristeza.
Dejamos olvidada la escayola,
el hierro y todo el barro que tuvo nuestra casa.
Deshabitado hogar,
desconocido el fuego.
Quizás reconozcamos aquellas escaleras
por donde hemos crecido nuestros pasos.
Pero ya no es posible que se puedan abrir
de nuevo las ventanas hasta encontrar la luz,
hasta sumar los sueños a pesar del derrumbe.
No existe ya el tejado para seguir subiendo.
Y vemos que los bares son los mismos
aunque el café no deje
la dulce quemazón sobre la lengua.
En un escaparate, languidece la ropa
sobre algún mortecino terciopelo de antaño
mientras amarillean los periódicos
dispersos por el suelo.
No reflejan igual nuestras miradas
los rostros de la gente.
Nos hundimos de golpe por dentro de otra lluvia.
Solo vemos paisajes de nieve en las baldosas.
Nos dejamos atrás las chimeneas,
el humo de una vida
apenas sospechada.
Nunca serán iguales los cantos de los pájaros.
Una fugaz mujer
tiene labios de hielo.
Nos ofrece sus ojos desvalidos
por todos los rincones.
Transitoria es su espalda al alejarse.
Quizás aún no sabe que está muerta.
Y aquel hombre desierto de caricias,
el francotirador
que apunta a la esperanza,
solo crispa sus manos delante del invierno.
La tarde nos ensucia
con un fulgor de plomo las farolas,
sobre el asfalto nuevo, se envejece el olvido.
Todo se hace invisible entre la niebla
que ocupa nuestros ojos
porque vemos que el sol se desbarata
encima de los muros
y en la cal se emborronan
los antiguos mensajes ya pintados.
Son otras las aceras y en nuestro callejero
se desdibuja el orden de los números
que entonces designaban territorios
por donde antes habíamos vivido.
Parece que son otros el tiempo y la memoria.
Y es posible que en todas las esquinas
se pierdan para siempre los años de la infancia.
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